domingo, 13 de mayo de 2007

Camarero...¡¡hay un pelo en mi blog!!

MONÓLOGO 2: EL PELO ( por Alberto Payo)

Hola, buenas noches, ah ah, estoy jadeando, ah ah ,porque vengo corriendo, y he llegado a la actuación por los pelos, eh?. Sí, sí, por los pelos.
Porque yo todavía no me consigo imaginar qué se le estaba pasando a Dios por la cabeza para que se le ocurriera inventar eso que llaman "pelo" y ponérnoslo a nosotros, mamíferos y al mismo tiempo seres humanos. No sé, podía haber dicho, "coño les voy a hacer calvos y sin pelo en todo el cuerpo, hala", aunque claro, por esa regla de tres también le podía haber dado por hacernos azules y entonces más que parecer seres humanos pareceríamos pitufos. Aunque al precio que andan los pisos no desecho yo la idea de acabar viviendo en una seta.

Por cierto, ¿Se han fijado que el día que Dios nos creó fue el sexto? Claro, el día que Dios nos inventó y por lo tanto, nos puso pelo, era sábado, sabadete, y ¿qué hacía Dios? Pues ahí estaba el Todopoderoso con sus colegas deidades de botellón. Imagínenselo: ya se había tomado un par de cubatas y entre lo contentillo que iba, que llevaba el cansancio acumulado de haberse currado el universo durante toda la semana y que no tenía otra cosa a mano - sí, ya se le habían acabado las escamas, los caparazones o los tentáculos, vamos que sólo le quedaba un poco de arcilla y algo de pelambrera- pues dijo en plan de coña y vacilando a sus amigos "¿Qué os apostáis a que como soy Dios puedo hacer unos seres que sean los amos de la creación sólo poniendo un poco de esta mierda de materiales que me he dejado sin usar?", "Porque yo lo valgo, hala, (se toca la melena en plan Loreal) que para eso soy omnipotente". Para que vosotros me entendáis, es como cuando estás haciendo unos calamares a la romana y con el huevo para rebozar que te ha sobrado dices "¿qué hago?", "no lo voy a tirar...", "¡¡¡tortilla francesa al canto!!!", "que no están los tiempos como para hacer derroches".

Sin embargo yo creo que más útil nos habría sido tener otra cosa por todo el cuerpo en vez de pelo; como pinchos, por ejemplo. Fijaos lo bien que vendrían para mantener distancias en el metro en plena hora punta, aunque claro, no íbamos a ligar nada, las tías ni se nos acercarían, porque ya se ponen pesaditas diciéndote que pinchas cuando estás dos días sin afeitarte... Es que claro, así, con pinchos por el cuerpo, se pilla poco, hombre, y si no que se lo digan a Espinete, que en Barrio Sésamo no se comía un colín, aunque bueno, luego acabó casándose con Chema el panadero, pero eso es otra historia...

Y ya que hablamos del amigo de los niños vamos por un momento a remontarnos a nuestra más tierna infancia, porque ya desde entonces teníamos una profunda preocupación por el tema del pelo. En los primeros años de nuestra vida no dejamos de mirarnos nuestras zonas más nobles sin parar de preguntarnos por qué no tenemos una selva del amazonas como papá y mamá. Hasta que llega un día en el que nos levantamos y ¡por fín!, nuestra futura selva ya tiene algo de vida. Entonces corremos a bajarnos los pantalones en plan Shin Chan y a enseñarles a nuestros padres, hermanos, tíos, abuelos, compis del cole, al del quiosco, al panadero de la esquina que no sé si se llama Chema, al portero y a toda la comunidad de vecinos donde vivimos que el gran día ha llegado, que ya estamos listos para enfrentarnos a la vida como adultos, porque poseemos un arma invencible, ¡¡nuestro primer pelo púbico!!

Más tarde llegamos a la adolescencia, esa maravillosa etapa de la vida en la que pelos y granos surgen a la par. En estos años aparece nuestro primer síntoma de vello facial: el mostacho. Ante este nuevo amigo nos imaginamos un mundo de oportunidades ante nosotros, porque seamos realistas, con 14 años no es lo mismo tener mostacho que no tenerlo, no es lo mismo afeitarse esos cuatro pelos cada dos semanas que no poder afeitarse todavía. Uno se siente más hombre. "Ey, tío, ayer me afeité con la maquinilla de mi padre" "¿ El qué, los pelos del culo?" " No, gilipollas, el bigote" "Ah, ¿te refieres a la sombra esa que tenías debajo de la nariz?". Esta conversación puede darse indistintamente entre chavales y chavalas, porque nosotros no somos los únicos que sufrimos el problema del mostacho. De hecho en la adolescencia es cuando las mujeres descubren la cera, que más parece uno de esos mecanismos de tortura medieval que un método de depilación. Aunque a algunas parece que eso de la cera como que les suena poco, o lo abandonan pronto, tanto para el mostacho como para otros sitios. Claro, que más barato es el agua oxigenada y duele menos ¿no?... Sí bonitas, pero a ver, que es que eso de que "los caballeros las prefiramos rubias", no hay que tomárselo al pie de la letra, coño, o sea, hay que interpretarlo bien. Porque una cosa es que te guste Kournikova, Marilyn Monroe o Pamela Anderson y la otra que te quieras tirar a Marge Simpson, joder, con todo el cuerpo de color amarillo. Que no es lo mismo...

Y es que salir con este tipo de tías tan velludas es un rollo, no es tan fácil la cosa como parece, eh?. De hecho yo lo sé porque tuve una novia así cuando tenía 17 años. Y es que yo la llamaba: "Oye, Sheilah, preciosa ¿qué haces el viernes por la noche?" Y ella me contestaba: "No puedo salir. Es que tengo que lavarme el pelo". Si me lo hubiera dicho otra habría pensado que pasaba de mí y que me quería dar largas, pero con Sheilah no, "Joder, se tiene que lavar el pelo. Puffff, pues va estar ocupada todo el fín de semana". Así que era bastante difícil quedar y luego, cuando por fin conseguíamos salir, parecíamos ella Cheewaka ( aurrr!) y yo Han Solo, bueno más bien, whisky sólo, que es lo que me tenía que tomar para que se difuminara un poco esa pelambrera. Aunque, bien pensado, lo mejor habría sido ser un jedi para poderle hacer la depilación láser gratis (fum, fush, fum, fush: sonido sable). Porque era un palo, yo pasaba muy mal rato, había situaciones muy peliagudas, nunca mejor dicho. A lo mejor nos íbamos a tomar algo y me encontraba a algún amigo del barrio y me decían "Hombre, chaval, ¿Qué es de tu vida?, que no se te ve el pelo..." y yo pensaba para mis adentros "No, el mío no, pero el de la Sheilah, joder... anda que no canta..." Recuerdo con cariño, sin embargo, los momentos íntimos. Yo le susurraba "Oh, nena, tu piel es...ummm... como el terciopelo". Sí, sí, totalmente tercio-pelo, vamos, por cada tres tercios de piel, un tercio de pelo... Matemático.

La verdad es que esto del pelo es la coña marinera, porque siempre te sale donde no quieres que te salga y donde quieres que te salga no te sale (señala cabeza). Porque, para qué coño quiero yo tener pelos en la espalda, por ejemplo, o ni más ni menos en el culo. O sea, Dios era un cachondo mental, no le valía con hacernos con culo, lo más feo que pueda existir, la octava maravilla de la creación, que va encima y también nos pone pelo en él. Pero qué tío más majo, ¡¡Venga, donde hay pelo hay alegría!!. Es que, a ver, ¿¿Para qué cojones sirven los pelos del culo?? ¿¿Quizás esconden alguna capacidad extraña todavía no descubierta por el ser humano??? Qué función oculta tienen a parte de la de servir de filtro para que se queden enredadas todas esas pelotillas que llamamos familiarmente tanzanetes o zurraspas??? No sé, yo todavía no consigo explicármelo...

Y los chicos adolescentes nos hacemos estas preguntas mientras interrogamos al infinito por qué no nos sale pelo donde nosotros queremos, porque la verdad es que nos pasamos mucho tiempo traumatizados y esperando el momento en el que por fin se nos cierre la perilla. Son años de sufrimiento y de masacres faciales para que se nos junte lo de arriba con lo de abajo, lo de abajo con lo de arriba, y cuando lo hemos logrado utilizamos la cuchilla de afeitar para dibujar nuestras patillas y perilla como si estuviéramos pintando un cuadro preciosista. Nos convertimos en artistas del afeitado y nosotros tan contentos, oye.

Sin embargo, al mismo tiempo, te empiezas a dar cuenta de que lo que ganas en la cara desaparece un poquito de la cabeza. Cagüen diez, tú que habías tenido esa peazo melena, tipo Locomía. Pero bueno, no pasa nada, eh, algo se gana, algo se pierde en esta vida, así es la ley del equilibrio del Cosmos, ¿verdad?. Y con ese maravilloso derroche de filosofía zen te olvidas por el momento del asunto. Hasta que te percatas de la aparición de cientos de pelos en la bañera después de ducharte y lavarte la cabeza… Aunque tú, que todavía no quieres aceptar la realidad dices "Joder ¿Quién ha bañado aquí al perro?". Pero más tarde un día mientras te estás peinando detectas unas entradas bastantes sospechosas, sin embargo tú sigues pensando: "Mejor, a las tías les gustan los chicos con entradas". Claro que sí, por supuesto, a las tías les gustan los chicos que tienen entradas: entradas para el cine, entradas para el teatro, entradas para ver a Ricky Martin... Y a partir de entonces ya no te dedicas a mirar si tus amigos tienen más mostacho que tú o no, porque ahora lo de afeitarse se ha empezado a convertir en un coñazo que hay que hacer todos los días y habéis optado todos por dejaros barba de Chanquete directamente. Ahora lo que miras es el índice de visibilidad de cartón que presentan tus colegas y si tienen mucho más poblada la azotea que tú. De hecho le miras la cabeza a todo el mundo, te empiezas a obsesionar mogollón con el pelo, ves a gente calva por todos sitios.... Incluso los más afectados por esta psicosis paranoide han afirmado haber visto a unos calvos vestidos de naranja, que iban en grupo saltando y tocando la pandereta, mientras cantaban "Hare Krishna, hare, hare. Hare, hare, hare Krishna."

Efectivamente, descubres que no eres el único obsesionado por la caída del cabello. Resulta que a mí una noche cenando en un restaurante me ocurrió, como le puede pasar a cualquiera, que me encontré un pelo en la sopa, así que decidí llamar al camarero. Y allí se presentó un tío totalmente calvo, pero calvo, calvo, al que le brillaba la cabeza más que a Don Limpio. Entonces pensé: "Vale, colega, sé que tú no tienes nada que ver con esto, vamos, que el pelo no es tuyo fijo, pero a alguien me tengo que quejar". Así que le dije: "Perdona, es que he encontrado un pelo en mi sopa". Entonces, el buen hombre, con una excitación fuera de lo normal me suelta: "¡¡Rápido, llama a un médico. Todavía pueden reimplantármelo!!". Pobrecillo...

Y desde aquel día me empecé a plantear como podría llegar a ser si se me cayera todo el pelo de la cabeza. Porque existen muchas tipologías de calvos..

- En primer lugar tenemos el modelo francés. Sí, ya sé que lo de mezclar los términos de “calvo” y “francés” no es una buena combinación, malpensados!!... Pero yo me refiero al calvo tipo Zidane. Este look fue inventado allá por los monjes franciscanos en la Edad Media y básicamente consiste en que todo el mundo se da cuenta de que te estás quedando pelón menos tú. Porque tú vas al fotomatón, te haces fotos y hay pelo, te miras en el espejo y hay pelo, hasta que un día descubres el por qué las tías te miraban tanto por detrás, y no era porque les gustara tu trasero, sino por la pequeña calva en la cumbre de tu melón!! Es como si te hubiera caído un meteorito detrás de la cabeza o hubiera aterrizado un ovni en tu cogote. Sin embargo este modelo es muy recomendable para personas que quieran superar los traumas que sufrieron en su etapa escolar porque todos los niños se metían con su indomable kiriki.

- Otro tipo de calvo es el modelo Coto Matamororos. Osea: "Soy calvo y estoy mosqueao, ¿Qué passsa?" Este tipo de calvo, totalmente rapado al cero, a veces se acompaña con unas gafas de sol, para acentuar más el "¿Qué passsa?" y no está carente de mala leche. Este look está dirigido a todos aquellos que deseen ser porteros de discoteca y/o seguratas.

- Tambien existe lo que se viene a llamar el modelo "ensaimada", del cual el ejemplo mas claro lo tenemos en el amigo Anasagasti, que intenta esconder su caída del cabello por medio del truco de “la cortina”, consistente en dejarse un lado mas largo que otro y cubrirse la calva con él. No muy recomendable para los días de viento en Bilbao.

- Otra tipología sería la del PC, es decir, Personal Calvo, Perseguidor Calvo o también llamado Pesaílla Calvo. Incluso para Fernando Alonso las siglas podrían equivaler a…Puto Calvo. Como vemos todos los domingos en la Fórmula 1 se trata de un personaje que se encarga de perseguir a alguien, incluso por muy veloz que este sea, a lo largo de todo el globo.

- Por último tenemos al "calvo majete" o "calvo afable". De estos que te dan ganas de achuchar y darles un beso en el cogote. Son tíos felices, dichosos a los que su liberación de la dictadura del pelo parece que les ha liberado de todos sus problemas... al contrario que le pasó al tío este cuando le cortaron la melena.... si, hombre aaa... ¿cómo se llamaba?... eeeh, Vidal... sí, joder... Vidal Sansón.
Dentro de esta tipología tendríamos al calvo de la Once, q el tío fíjate si será majo que va repartiendo suerte por todos sitios. Era tan majo tan majo y “brillaba” tanto que ya le han echao. Y es que algunas ocasiones las pintan calvas. Se trata de gente que ha aprovechado su calvicie para sacar beneficio. Ahí está al bueno de Mister Proper, que un día se cambio el nombre a Don Limpio y descubrió q el producto con el que pulía su reluciente cabeza tenía el mismo efecto en los azulejos de cocinas y baños!!. Tampoco olvidemos al amigo Koyak, que supo relacionar su cabeza por su parecido con un chupa chups y se forró. ¡Ah! y el diseñador este tan prestigiosooo... no me acuerdo del nombre...¡ya!, eeeh, ...Calvin Klein. Y es que ya lo dice la publicidad "¿A dónde vas piltrafilla? ¿Pero tú tienes estudios?" porque al fin y al calvo... perdón, digooo...al fin y al cabo, como el atún, con los años no hay mejor forma de conserva que ser CALVO!!!!!!!

Buenas noches. Muchas gracias. Paz y amor para todos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

oye payín y con que tipología de calvo te identicas tú? ;-) Paz y pelo para todos.

el Payonauta dijo...

Querido amigo, gracias a la gracia o a la desgracia de mis parteneres Morfeo y Muerte tengo la fortuna de mantenerme joven durante más tiempo que el resto de vosotros, esclavos del sueño, y conservar mi cabello, como puedes apreciar en la reciente fotografía superior. Así que de momento no me siendo identificado con ninguna de estas tipologías. Sin embargo, si tuviera que elegir alguna para un futuro supongo que me quedaría con la del calvo afable y triunfador.
Que las greñas de Chewie te acompañen, compañero. Graurrr!!!