viernes, 22 de febrero de 2008

En el ojo del huracán

Los huracanes son fenómenos atmosféricos que arrasan todo aquello con lo que se encuentran, al provocar vientos de velocidad superior a los 100 kilómetros por hora. Pero curiosamente, en estas extraordinarias manifestaciones de la naturaleza todo aquello que está en su centro, permanece en la más absoluta tranquilidad, apartado, simplemente como testigo del caos que su “envoltura” está provocando, viendo como sin poder hacer nada, todo lo que le circunda se torna anárquico.



Siempre hay una época en la vida de todos y cada uno de nosotros, bien soñadores o insomnes, en la que no elegimos nuestro destino. Uno de estos huracanes se cruza en el camino, pero no nos lanza por los aires, sino que nos rodea, poco a poco. A pesar de estar aparentemente indefensos, amenazados por lo inesperado, nos mantenemos en pie, sin ceder a entrar en la espiral de destrucción que se provoca. Somos espectadores ajenos de nuestras propias vidas, pero desde el ojo del ciclón, extrañamente, mantenemos la calma. Esto no tiene que ver con nuestro libre albedrío. Simplemente es la forma de ser del superviviente. Del buscavidas. De aquel que por muy fría y gris que sea la tempestad siempre busca un rayo de sol.

El hombre sabio usa toda su vida para encontrarse a sí mismo, busca lugares tranquilos donde meditar, reflexionar. Pero muchas veces, sólo en el centro del kaos, en el climax del Ragnarok, consigue descubrirse, deshacerse de las vainas que le llevaban tiempo cubriendo, que le impedían ver con claridad. Es entonces cuando el hombre deja de ser hombre y resurge el guerrero.

1 comentario:

Unknown dijo...

Si ya dicen que lo no mata, te hace más fuerte (o te engorda en caso que te lo comas...)
Somos libres de elegir nuestro destino, podemos encaminarnos hacia lo que queremos, otra cosa es que lo consigamos... pero a veces las situaciones nos superan, se descontrolan... y entonces tienes dos opciones... o dejarse llevar por la situación o hacerte con el control.
Normalmente las situaciones desagradables y descontroladas siempre aportan algo positivo, y te hacen crecer como persona... o al menos es bonito pensarlo.

Sr. Payo, aquí tiene mi primer comentario. Tenga usted un muy buen día... ya recuerda el sabor metálico? jajaja!